domingo, 26 de diciembre de 2010

¿Por qué nos gusta tanto el apocalipsis Zombie?

¿Por qué al ser humano le gusta tanto la posibilidad de que el apocalipsis llegue en forma de humanos devorando humanos? La verdadera esencia del hombre radica en destruirse unos a otros, y qué mejor modo de hacerlo que haciéndolo de la forma más primitiva posible, valiéndose únicamente de la fuerza física, de los mordiscos, transformando cualquier hombre sano en un despojo no muerto hasta acabar con la última vida inteligente del planeta. Y, si para ello, los muertos tienen que despertar de su descanso eterno, que lo hagan.

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Sin embargo, las últimas obras que tratan este tema han dado un giro interesante al mundo de los muertos vivientes. Si bien Danny Boyle describió a los infectados, que no zombies, nos vale esta caricaturización para llevar a cabo el apocalipsis. Qué coño, puede que incluso nos asuste más este apocalipsis que los históricos zombies de George A. Romero, cuya pasmosa lentitud posiblemente no triunfara hoy día, cuando el ser humano quiere a sus héroes en situaciones límite. Y es mucho más horrible tener un infectado corriendo a lo Usain Bolt detrás de ti que a un recién muerto salido de la tumba deambulando lentamente. Eso sí, para quien haya visto The Walking Dead, sabrá que no hace falta que los muertos corran a una velocidad de vértigo para que puedan darte alcance fácilmente…

Los últimos ejemplos son variados: The Dawn of the Dead también mostraba a unos zombies que corrían que se las pelaban. Y también la miniserie Dead Set. Por decirlo de algún modo, estos muertos sufrían un “odio” hacia el ser humano vivo. No sólo buscan alimentarse de él. Buscan destruirlo.

Concluyendo, el apocalipsis zombie nos gusta porque es el apocalipsis más horrible y, a la vez, más intrínseco al ser humano. A pesar de ser la historia de la humanidad (hombres matando hombres), su violencia extrema y su radicalidad simplista le da un atractivo insuperable. No hay nada que tenga el mismo efecto que una calle desierta y, al final, tras recorrerla, encontrarse con la única persona que vemos en todo el día… y que venga directa a devorarnos.

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